La muerte el pasado domingo de un adolescente de 15 años a las puertas de un campamento saharaui ha sido la mecha de lo que puede ser un nuevo conflicto entre España y Marruecos. Unas relaciones que no acaban de enderezarse desde que este verano tuvieran lugar varias protestas en forma de boicot en la frontera de Melilla. En este caso, la compañía aérea 'Royal Maroc' impidió ayer a siete periodistas de medios españoles embarcar en el vuelo que les iba a trasladar hasta suelo marroquí para cubrir el luctuoso sucesoderivado del enfrentamiento entre Marruecos y el Frente Polisario. Una medida, únicamente justificada con un tímido e impersonal "alguien ha anulado los billetes", que se antoja arbitraria si se tiene en cuenta que todos los reporteros contaban con la pertinente acreditación oficial de prensa expedida por el Ministerio de Comunicación de Marruecos. Aunque es de sobra conocido que Rabat no acepta de buen grado la posturaextendida en la sociedad española con respecto a este conflicto. Con semejante blindaje, los corresponsales allí afincados serán los únicos ojos periodísticos que podrán informar del tiroteo de los agentes marroquíes en un campo de refugiados a las afueras de la capital del Sahara Occidental: el incidente más grave ocurrido en El Aaiún desde la Intifada (levantamiento popular) de 2005. Porque las preguntas que se puedan formular desde España quedarán sin respuesta. El embajador de Marruecos, a pesar de haber recibido el plácet hace meses, aún no ha tomado posesión de su cargo en Madrid. Una de las claves de este laberinto es la llegada anoche del enviado personal del secretario general de la ONUpara este conflicto, el norteamericano Christopher Ross. Una especie de anticipo de la reunión prevista a principios de mes en Nueva York entre representantes de las dos partes en conflicto -Marruecos y el Frente Polisario- y que Rabat pretende calentar. La meta deseada por el mediador –el tercero en poco más de tres años ya que Ross sustituye a James Baker quien a su vez relevó a Peter Van Walsum- es un acuerdo amistoso entre ambas partes. Pero el punto intermedio entre el referendo de autodeterminación que reclama el Polisario, y la ausencia de reconocimiento con explotación incluida de los recursos del Sáhara que desea Rabat, es poco menos que una quimera. La impunidad con la que Rabat ha actuado en los últimos años explica su soberbia a la hora de impedir la labor periodística y el silencio que ha mantenido tras la muerte del joven. El reino alauí, además, está molesto con la llegada de 20.000 saharauis al campamento de protesta instalado a las afueras de El Aaiún. Una mini ciudad que empezó a erigirse el pasado día 8 cuando saharauis de todas las edades empezaron a montar sus jaimas como protesta por la "discriminación sufrida" y que está cercada por las fuerzas de seguridad marroquíes. Un polvorín a punto de estallar a cada minuto que pasa y del que Rabat no quiere testigos incómodos.
martes, 26 de octubre de 2010
Rabat no quiere testigos en el Aaiún
5:27
AS. Juvenil Lágrima Saharaui
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