viernes, 18 de diciembre de 2009

La activista saharaui consigue tras 32 días en huelga de hambre ser devuelta a El Aaiún

Haidar regresa

La saharaui Aminetu Haidar está ya de regreso a su casa en El Aaiún. Era la única salida aceptable para una crisis que tuvo como origen una decisión inicua del Gobierno marroquí y una colaboración del español sobre la que aún siguen pesando algunas sombras. Tras más de un mes en huelga de hambre, la vida de Haidar empezaba a correr serio peligro y es por ello un alivio que este episodio, que ha mostrado la debilidad de las bases de las relaciones entre España y Marruecos, no haya terminado en tragedia. Pero el simple hecho de haber logrado un desenlace sin consecuencias irreversibles para la vida de una persona, aunque con posibles secuelas para su salud, no significa que, desde el punto de vista político y diplomático, las cosas vayan a continuar como si nada hubiera sucedido.

Marruecos ha deteriorado gravemente la credibilidad de su propuesta de autonomía para el Sáhara. Con el trato dispensado a Haidar, a quien ha aplicado un castigo brutal y sin proporción alguna con la acción inicial de la activista, además de adoptado sin intervención judicial y contraviniendo los derechos humanos, ha dejado patente que la represión sigue formando parte de los métodos para tratar a los saharauis. Y ha vuelto a situar la cuestión del Sáhara en la agenda internacional, donde languidecía después de fracasar los intentos de solución llevados a cabo por algunos de los más comprometidos enviados internacionales, como James Baker.


Los puntos de vista de Marruecos sobre el Sáhara salen en peor posición después del injustificable atropello cometido con Haidar, y tardará tiempo en lograr, si es que lo logra, reconstruir una mínima compresión internacional.




Pero tampoco la diplomacia española, en particular el ministro Moratinos, sale indemne del trance. En la esfera internacional, España se ha visto forzada una vez más a involucrar a algunos de sus principales socios y aliados en la solución de un contencioso con Marruecos, mostrando su incapacidad para gestionar por sus propios medios y con solvencia la estabilidad de una región crucial como es el Magreb. Las dudas sobre el papel del Gobierno español en el origen de la crisis no hacen sino reforzar la creciente convicción internacional de que los asuntos entre España y Marruecos deben ser tratados como bilaterales, con lo que nuestro país corre el riesgo de ser progresivamente percibido, no como parte de la solución, sino del problema.

A lo largo de un mes, el ministro Moratinos ocultó un dato trascendental: que fue informado por su colega marroquí de la deportación de Haidar. Al reconocerlo ahora, deja en evidencia las declaraciones del presidente del Gobierno, la vicepresidenta primera y el ministro del Interior. Si con la información de la que disponía, el ministro de Asuntos Exteriores no hizo nada, entonces provocó por omisión el contencioso; si lo hizo, convirtió a España en cómplice del atropello.

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