martes, 1 de junio de 2010

«No dejaremos que la ONU sólo sirva para proteger la ocupación»: Daddach y Hmad


Sidi Mohammed Dadach (Guelta Zemmur, 1957) y Hmad Hamad (El Aaiun, 1960) son dos destacados activistas con una larga trayectoria de lucha por la libertad de su pueblo a las espaldas y, actualmente son presidente y vicepresidente, respectivamente, del Comité de Defensa del Derecho a la Autodeterminación del Pueblo del Sahara Occidental (CODAPSO). Ambos conocen de primera mano la cárcel y la tortura.

Ruben PASCUAL GARA Sidi Mohammed Dadach, el «Nelson Mandela saharaui» ha pasado 24 años de su vida en la cárcel por el único delito de defender lo que es: saharaui

Cuando apenas tenía 18 años, fue detenido y posteriormente encarcelado mientras intentaba salir de los territorios ocupados para unirse al Frente Polisario.

Durante sus años de cautiverio, fue sometido a brutales y sistemáticas torturas y, por posicionarse a favor de la independencia del Sahara y el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, fue condenado a muerte. En 1994, le fue conmutada la pena capital por la de cadena perpetua. Declarado preso de conciencia por organismos como Amnistía Internacional, fue liberado en diciembre de 2001, después de una campaña de presión por parte de ONG y países de todo el mundo contra el régimen alauí.

Hmad Hammad también sabe bien lo que son las torturas y las prisiones marroquíes. No pudo salir de los territorios ocupados hasta 2007 y, ahora, aprovecha las revisiones médicas a las que se somete en el Estado español para seguir denunciando la situación de su pueblo.

Ambos contestan a las preguntas de GARA con un tono pausado, sereno, pero que a la vez tiene un acentuado poso de rabia contenida.

«Nosotros, los de los territorios ocupados, no hemos conocido la paz en estos 34 años [desde que se proclamó República Árabe Saharaui Democrática]», lamenta Hammad.

«¿Cuál es el delito que hemos cometido? ¿Solamente decir que somos saharauis y que tenemos derecho a ser como los demás pueblos?», pregunta.

Relatan que los años de prisión han quedado atrás, pero que no por ello son libres. En este sentido, Sidi Mohammed Dadach, por boca de su intérprete, Jalil, describe «el estado de sitio» que soportan en su propio territorio: «los militares están en todas partes, en todos los rincones; existe una policía secreta que está en todos lados».

Ambos activistas residen en El Aaiun, y Dadach da cuenta del acoso continuo al que son sometidos: «nuestras mismas casas están constantemente, diariamente, vigiladas por 4, 5 ó 6 policías. Nos persiguen para tenernos controlados en cualquier momento».

En noviembre del año pasado, cuentan, el jefe de Estado alauí Mohammed VI habló, y dejó sentado que «o eres marroquí o eres un traidor». «A eso le ha seguido una persecución absoluta de todos los defensores de los derechos humanos», afirma Dadach, con un tono de voz casi imperceptible.

«La opresión -detalla- se ha intensificado de manera exagerada contra todo saharaui que reclame su derecho a ejercer la libertad de expresión». Esta situación no es nueva; se viene dando desde 1975, cuando el pueblo saharaui fue invadido y dividido por Marruecos y Mauritania, «pero el Rey enfatizó en que se haga con más fuerza y de una manera más institucional».

Alerta de que incluso los colonos marroquíes participan en esas dinámicas «de persecución a quienes que luchan por su independencia y que están marginados dentro del Sahara ocupado y de Marruecos en general».

Incluso las organizaciones de derechos humanos marroquíes, «que tienen cierta libertad de movimiento en su país», tienen la entrada vetada en el Sahara Occidental. Indica que los periodistas también son objeto de la asfixia que provoca el estado policial impuesto por Rabat: «Están constantemente controlados, y si quieren entrar en los territorios ocupados, tienen que hacerlo a escondidas, haciéndose pasar por turistas».

«¿Cómo podemos hablar de derechos humanos en los territorios ocupados?», espeta Hmad Hammad.

Sus respectivas vivencias, lejos de amedrentarles, les han cargado de valor y no titubean a la hora de señalar que «todas estas situaciones -remarca Dadach- vienen precedidas de una dejadez y una permisividad absoluta por parte de la comunidad internacional por parte de Marruecos».

Hammad, a quien la Policía arrancaba las uñas a diario durante las sesiones de tortura, entre otros crueles métodos de presión sicológica y física, acusa a Rabat de seguir «cometiendo sus crímenes, sin respetar ni los derechos más fundamentales». «Además, todo esto ocurre delante de los propios ojos de los señores de la Minurso (Misión de la ONU para el Referéndum en el Sahara Occidental)», dice.

Para este independentista, a quien una de sus detenciones, en 1997, casi le cuesta la vida y le mantuvo postrado durante seis meses, el duro discurso del rey es un fiel reflejo de la situación que afrontan a diario, con un Marruecos que «se burla completamente de todos los informes de la comunidad internacional y de organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch».

«[Rabat] se jacta ante todo el mundo de no respetar los derechos humanos: sigue cometiendo crímenes, desapariciones, secuestros y torturas. Nuestras madres ya no tienen lágrimas para llorar. Nuestro pueblo ha sufrido mucho estos 34 largos años», denuncia preocupado.

«Nosotros teníamos mucha confianza en la ONU, creíamos que nos ayudarían a tener la oportunidad de elegir nuestro futuro libre y democráticamente», declara, pero se queja del escaso interés que la llamada comunidad internacional presta a su causa.

«Hemos perdido toda la esperanza que albergábamos para que algún día presionen a Marruecos y éste respete el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui», asegura.

Sobre el papel que desempeña Christopher Ross, enviado de la ONU para el Sahara Occidental, se muestran convencidos de que no cambiará nada, «al igual que sus predecesores».

Preguntado por la reciente visita de Ross a los territorios ocupados y a Tinduf, Dadach -que en su periplo carcelario pasó por la conocida «Cárcel Negra» de El Aaiun, construida por el Estado español, así como por el centro de tortura de Kalat Magouna, y muchas cárceles marroquíes- asevera que estos viajes «son rutinarios, para seguir los procesos de negociación y buscar puntos de encuentro, pero llevan produciéndose mucho tiempo».

Referéndum

«Lo que se busca es que el pueblo saharaui decida su futuro en un referéndum», auspiciado por la ONU que llevan décadas esperando y no acaba de llegar.

«Siempre se habla de las negociaciones entre las dos partes [Marruecos y el Sahara Occidental], como si los saharauis fuéramos el obstáculo», subraya Hmad Hammad, quien en 1991 entró a la embajada española solicitando asilo político, pero el embajador lo entregó a las autoridades marroquíes.

En este sentido, trae a colación el plan de autonomía que propone el reino alauí para su pueblo, y como muestra de buena voluntad para poner fin al largo conflicto, Dadach afirma que «nosotros no estamos totalmente en contra de la opción de la autonomía, siempre y cuando se pongan las tres opciones sobre la mesa: independencia, una autonomía dentro de Marruecos o formar parte del reino».

«El Frente Polisario lo aceptó como una opción más», agrega Hammad. «Pero nos torturan y nos obligan a aceptar lo que el pueblo ha rechazado claramente. Desde las manifestaciones que hubo en 2005 [año de la Intifada de la independencia], la voz del pueblo saharaui fue claramente contraria a la autonomía marroquí», añade.

«¿Por qué no nos dejan expresarnos de forma libre y democrática? Occidente siempre habla de democracia, sus políticos recorren el mundo hablando de derechos humanos y democracia, pero en Sahara no se habla de esto», sino que «cubren a Marruecos y le facilitan lo que quiere hacer», lamenta.

«Si no se profundiza en la vía por la que [en 1991] se dio un alto el fuego de 20 años para celebrar un referéndum, se va a tener que poner en cuestión el papel de la ONU. No vamos a permitir que sólo sirva como protección a la ocupación para mantener el statu quo indefinidamente», asegura Dadach.

Responsabilidades

«Ningún país reconoce la marroquinidad del Sahara. Hay algunos gobiernos, como el español, que incluso han participado en la condecoración de generales que han intervenido en el exterminio de nuestro pueblo». Sobre Madrid, Hammad agrega que «tiene una responsabilidad ética e histórica, y lo que tiene que hacer es defender los derechos de nuestro pueblo», que «nunca ha sido descolonizado: fue traicionado y vendido a dos países: Marruecos y Mauritania. Nos invaden del sur y nos invaden del norte».

La depuración de responsabilidades salpica también al Estado francés, a quien Hammad acusa tajantemente de ser «el obstáculo número uno, porque es el único país del Consejo de Seguridad de la ONU que no quiso votar e intentó usar el veto en contra del respeto a los derechos humanos».

Ambos coinciden al asegurar que la presión internacional será la que abra la puerta de la independencia y ponga fin al conflicto porque, como asegura Hammad, «no queremos que vuelva la guerra», pero afirma que «los tambores de guerra están sonando de nuevo». Dadach opina que una presión efectiva sobre Rabat es necesaria «porque es la única manera de solucionar el conflicto». «Mientras existan resoluciones y uno tenga el derecho a no cumplirlas, ellos mantendrán sus expectativas y nosotros cederemos cada vez más», apunta.

Entretanto, Hammad sentencia resignado: «seguimos esperando que llegue un milagro, pero parece ser que hace tiempo que los milagros perdieron su alianza con los más débiles».

«No son sólo siete. Las cárceles están llenas»
Detenciones arbitrarias, persecuciones, torturas y cárcel. Esa es la receta que el régimen alauí tiene reservada para los saharauis. Sólo algunos casos trascienden a la opinión pública. Entre ellos, según explican los activistas Sidi Mohammed Dadach y Hmad Hammad, está el que se ha dado a conocer como «el Grupo de los Siete», que fueron apresados en octubre al regresar de una visita a los campamentos de Tinduf. Sobre ellos pesan acusaciones de conspiración con el enemigo y alta traición, aunque aún no se ha celebrado ningún juicio. Hammad aclara que el martes 18 de mayo tres de ellos fueron liberados tras siete meses de cautiverio y más de uno en huelga de hambre.

«No son sólo siete. Las cárceles están todavía llenas de saharauis. Son presos políticos», recuerda, y puntualiza que, además, «hay más de 500 desaparecidos reconocidos por Amnistía Internacional».

Dadach y Hammad apuntan que la presión internacional es el punto débil de Marruecos, «el único capaz de hacerle retroceder».

En ese sentido, Sidi Mohammed Dadach cita el conocido ejemplo de la activista Aminatu Haidar -que permaneció 32 días en huelga de hambre tras ser expulsada ilegalmente de El Aaiun- y afirma que este caso «ha demostrado que cuando la comunidad internacional no permite una violación de derechos humanos, y presiona, Marruecos se echa atrás».

«En el caso de Aminatu Haidar, en un principio [el Gobierno de Rabat] también aseguró que nunca se le dejaría regresar por el hecho de decir que es saharaui; entonces, si se le presiona, también se echará atrás con su plan de autonomía», indica el «Mandela saharaui». R.P.

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