jueves, 11 de febrero de 2010

Las cárceles ocultas de Marruecos se parecen a Abu Graib. Entrevista a Djimi El Ghalia


Djimi El Ghalia (Agadir, 1961) es la vicepresidenta de la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos (ASVDH). El Ghalia denuncia el escaso eco que tiene en el mundo el conflicto del Sáhara Occidental y, para ejercer el derecho a decidir, pide a los países poderosos que presionen a Marruecos. Esta activista saharaui partidaria de las vías pacíficas de lucha estuvo desaparecida entre 1987 y 1991, encerrada en una cárcel negra marroquí. “Estábamos con los ojos cerrados; no sabíamos dónde ni si sobreviviríamos, pero no teníamos miedo ni tampoco lo tenemos ahora.” Aminatu Haidar estuvo en la misma celda y son amigas desde entonces. La entrevista la realizaron Ixiar Zubiaurre y Allande Sokarros.


¿En qué situación se encuentra ahora Haidar, después de volver a casa y de una huelga de hambre de más de un mes?

Podría decir que está en una situación harto difícil. En efecto, no le dejan relacionarse con sus compañeros ni con sus familiares que no sean directos, como por ejemplo la familia materna. En general, las autoridades marroquíes pisotean los derechos de Haidar y las provocaciones de los policías que vigilan su casa ocurren cada día. También acosan a sus vecinos. En lo tocante a su salud, se va recuperando lentamente, pero todavía tiene muy baja la tensión.


Según algunas informaciones, han sido detenidas algunas personas que han intentado relacionarse con Haidar. Concretamente, ¿qué tipo de medidas ha adoptado Marruecos para impedir la expresión de solidaridad con Haidar?

El mensaje que Marruecos quiere transmitir claramente es el siguiente: “tenemos todos los medios para acosar a Haidar, aunque tenga reconocimiento y protección internacionales como activista pro derechos humanos”. Por ello, es cierto, sí, que han amenazado a mucha gente que quería animar y expresar su solidaridad a Aminatu Haidar, y a algunas personas incluso les han golpeado. Esta violencia la han utilizado sobre todo contra mujeres, seguramente porque saben bien que la sociedad saharaui da a las mujeres un lugar crucial y les tiene gran respeto.


¿Qué le parece que se haya dado permiso a Aminatu Haidar para entrar en el Sáhara Occidental después de una huelga de hambre que ha durado más de un mes?


Una de las conclusiones que puede extraerse de lo ocurrido es que, por encima de todo, trabajar por los derechos humanos y las vías de lucha pacíficas vencen.


¿Qué opina de la actitud y el comportamiento de las autoridades españolas durante la huelga de hambre de Aminatu Haidar?

No tengo en buena consideración la actuación del Gobierno de España, la expulsión de Aminatu Haidar, las graves vulneraciones de sus derechos fundamentales y, en general, la postura que ha tenido desde 1975 en lo atinente al conflicto del Sáhara Occidental(1).


Las organizaciones de defensa de los derechos humanos ─incluida la suya─ han destacado que Marruecos ha aumentado el acoso al pueblo saharaui, especialmente desde el verano de 2009. ¿Cómo se explica esa actuación en los territorios ocupados por Marruecos?

El acoso de Marruecos es cotidiano, ininterrumpido. La cuestión es que, desafortunadamente, como consecuencia de los obstáculos impuestos por Marruecos a la difusión de información, lo que sufrimos aquí a menudo no tiene gran repercusión en el ámbito internacional. Si Aminatu Haidar hubiera realizado la huelga de hambre en nuestro país, casi nadie habría tenido noticia de ella. Prueba de ello es que en 2005 la propia Aminatu Haidar y una miríada de presos políticos saharauis hicieron una huelga de hambre de 43 días en la cárcel de El Aiaun. Esta noticia, empero, no tuvo difusión.
Por tanto, debe decirse con claridad que el acoso de Marruecos ha existido siempre y que jamás se ha suavizado.


El mediador nombrado por la Organización de Naciones Unidas Christopher Ross está intentando nuevamente reactivar el proceso de conversaciones entre el Frente Polisario y el gobierno de Rabat. ¿Qué puede esperarse de esa iniciativa?

Apoyamos los esfuerzos realizados por el señor Ross y siempre esperamos que algo pueda obtenerse de ellos. Sin embargo, sin la intervención sincera de las grandes potencias mundiales, esto es, mientras la resolución del conflicto del Sáhara no esté en su agenda estratégica, no habrá soluciones justas. No obstante, la vía de solución es muy clara, a saber, dar la palabra al Sáhara Occidental para que decida su futuro.


Si en fechas próximas no hubiere un referéndum sobre el derecho a decidir, ¿cuáles serían las vías alternativas que contemplan para resolver el conflicto del Sáhara?

El referéndum es la vía adecuada, esto es, la que dará la verdadera oportunidad de que el pueblo del Sáhara Occidental elija la proclamación de independencia o la petición de autonomía. Sólo el propio pueblo tiene el derecho a decidir, sin que nadie le imponga una vía.


A su juicio, ¿debería intervenir en algo la comunidad internacional?

En tanto activista pro derechos humanos, yo misma he impulsado siempre las vías pacíficas a fin de dar solución a este conflicto. No obstante, la comunidad internacional debe actuar con firmeza y claridad para que ambas partes cumplan la legalidad internacional y detener las consecuencias del conflicto que está sufriendo la población. A este respecto, la comunidad internacional debe intervenir en las tareas de pacificación de esta región y en el camino al desarrollo del Gran Magreb, de los países del Magreb.


Usted misma también ha pagado caro su compromiso con la solución, ya que estuvo recluida en una cárcel negra.

Ésa es la acción más inhumana. En las cárceles ocultas de Marruecos se sufre la misma situación que la que aparece en las famosas fotografías de la cárcel de Abu Graib, pero sin repercusión en los medios de comunicación. Centenares de familias saharauis hemos sufrido el dolor de las desapariciones. En lo que a mí me atañe, por ejemplo, mi abuela materna está desaparecida desde el 4 de abril de 1984. Desde entonces no hemos tenido noticia suya alguna.


N. del t.: (1) El 16 de octubre de 1975 el Tribunal Internacional de Justicia se pronunció en favor del ejercicio del derecho de autodeterminación para el Sáhara Occidental, a la sazón colonia española. No obstante, ante el anuncio del rey de Marruecos, Hassan II, de una marcha de súbditos sobre el Sáhara, y ante la grave descomposición que sufría en aquella época el régimen franquista, el gobierno español optó por la evacuación de la colonia sin presentar la menor resistencia a la invasión marroquí. El 21 de octubre, el ministro secretario general del Movimiento del gobierno franquista, José Solís, mantuvo una entrevista con el monarca marroquí, durante la cual admitió que “España quiere salir a toda costa del Sáhara”, “queremos salir en paz y por encima de todo seguir en buenas relaciones con Marruecos”, se comprometió a “ayudar a Marruecos para que éste sea quien acabe incorporándose el Sáhara”, así como proclamó “solemnemente ante V. M. que no queremos la independencia [del Sáhara], que lo que necesitamos es cubrir las formas y salvar nuestros compromisos y que estamos de acuerdo en que el Sáhara sea para Marruecos”. El 3 de noviembre el primer ministro marroquí, Osman, y el gobierno franquista acordaron la retirada del ejército español de una zona fronteriza de diez kilómetros, cosa que permitía la irrupción de los colonos marroquíes en territorio saharaui. El día 14 los gobiernos franquista, marroquí y mauritano firmaron los Acuerdos de Madrid, por los cuales los firmantes se otorgaban a sí mismos la administración del territorio colonial hasta el final de la evacuación de tropas españolas (fijado para el 28 de febrero de 1976), que supuso la cesión de facto de ésta a Marruecos. A cambio, el reino alauita reconocía a España derechos de pesca en aguas saharauis. A causa de la ocupación marroquí, la asamblea autónoma saharaui, la Yemáa, fue inmediatamente disuelta y tan sólo entre diciembre de 1975 y enero de 1976 huyeron del país cerca de 40.000 saharauis. Citaciones y datos extraídos de Javier Tusell y Genoveva G. Queipo de Llano: Tiempo de incertidumbre. Carlos Arias Navarro entre el franquismo y la Transición (1973-1976), Barcelona: Crítica, 2003, pp. 226-231.

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