domingo, 24 de enero de 2010

Informe de la Delegación Aragonesa a El Aaiun el pasado mes de noviembre


En los diferentes encuentros se habló, con preocupación, de la difícil situación de la población saharaui que permanece en el territorio bajo la ocupación marroquí, así como de la constante violación de los derechos humanos por parte de las fuerzas ocupantes. En concreto, se mencionó la reciente detención, el pasado 8 de octubre, de siete defensores de los derechos humanos saharauis en Casablanca, cuando regresaban de visitar los Campamentos de Refugiados Saharauis cerca de Tinduf, y que serán juzgados por un tribunal militar marroquí que podría condenarlos a la pena de muerte.


Se planteó, también, la necesidad de enviar misiones de observación que, sobre el terreno, puedan conocer la realidad y hacerla llegar al exterior.


Tanto Izquierda Unida-Aragón (IU) como Chunta Aragonesista (CHA) se ofrecieron a formar parte de una Delegación Aragonesa que viajara al territorio, quedando a disposición de los criterios y organización técnica por parte de Um Draiga, quien acompañaría esta Misión de Observación.


La Delegación queda compuesta por Álvaro Sanz (Portavoz de Presidencia de IU-Aragón), José Luis Soro (Vicesecretario General de CHA), Kike Gómez y Rafa Antorrena (Vicepresidente y Secretario de Um Draiga, respectivamente).



Objetivos.


El propósito de este viaje es visitar el territorio del Sahara Occidental bajo la ocupación ilegal de Marruecos para conocer la situación de la población saharaui y denunciarla en el exterior, rompiendo así el muro de silencio existente al respecto.


Se pretende tener encuentros con activistas saharauis defensores de derechos humanos (algunos de los cuales ya visitaron muestra comunidad y fueron recibidos por diferentes instituciones aragonesas) para transmitirles el apoyo y solidaridad de la población aragonesa y para obtener de ellos mismos información de la realidad en la zona.


El discurso que ofreció el rey Mohamed VI de Marruecos el pasado 6 de noviembre, con motivo del 34 aniversario de la Marcha Verde, en el que instó a su país a afrontar la "escalada bélica" de los "adversarios de la integridad territorial" y el posterior recrudecimiento del hostigamiento hacia la población saharaui, planteó la necesidad de realizar el viaje lo antes posible, por lo que se decidió organizarlo para el día 22 de noviembre.


El trabajo posterior consistirá en difundir esa información y denunciar la constante violación de los derechos humanos y el incremento de la represión contra la población saharaui en los Territorios Ocupados del Sahara Occidental.


Para ello se han organizado las jornadas “Sahara Occidental y Derechos Humanos”, financiadas por la Diputación Provincial de Zaragoza y que tendrán lugar los días 11 y 12 de diciembre.



El viaje


El día 22 de noviembre viajamos en tren de Zaragoza a Madrid, desde donde volamos a Gran Canaria y de ahí a El Aaiún (Sahara Occidental).


Ya en el aeropuerto de Gran Canaria comienzan nuestros temores pues, aunque en esta ocasión viajamos “como turistas”, no podemos dejar de pensar en la anterior Delegación Aragonesa cuando intentamos hacer este mismo viaje en 2006 y se nos prohibió acceder al avión por las presiones ejercidas por las autoridades marroquíes hacia la compañía aérea española.


Finalmente conseguimos llegar al aeropuerto de El Aaiún y fue ahí donde comienzan los problemas.


Recogemos la ficha de entrada que todo viajero debe rellenar para el control policial y donde, en contra del Derecho Internacional y de todas las Resoluciones de las Naciones Unidas, aparece el mapa de Marruecos con el Sahara Occidental incluido.


Mientras cumplimentamos la ficha, varios funcionarios marroquíes se nos acercan para ayudarnos con los trámites. Uno de ellos nos pide los pasaportes y se los lleva a una oficina. Después nos los devuelve y pasamos el control de pasaportes. Llegan entonces otras personas vestidas de paisano que nos preguntan varias veces por nuestra profesión y el motivo del viaje; les contestamos e insistimos en que somos turistas. Uno de ellos, señalándonos con el dedo a cada uno nos dice de forma intimidatoria: “entonces usted es turista, usted es turista, usted es turista y usted también es turista”.


Cuando el funcionario correspondiente nos iba a revisar el equipaje recibe la orden de que no lo haga y nos dejen pasar.


Tomamos dos taxis para ir al hotel Nagjir Ville donde íbamos a alojarnos. Cuando llegamos, nos encontramos en la puerta con uno de los funcionarios del aeropuerto. Nos pareció, por su actuación, que no era un simple funcionario, sino un miembro de la seguridad y que a partir de ese momento estaríamos continuamente vigilados.


Nos registramos en el hotel, donde además de nosotros parece hospedarse únicamente miembros de la MINURSO (Misión Internacional de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental). Nos instalamos en dos habitaciones dobles y nos reunimos en el hall del hotel. Decidimos salir a la calle y buscar un sitio seguro desde donde poder comunicarnos con nuestros contactos para ir dando noticias. Nos sentamos en la terraza de un céntrica plaza, pedimos unos tés e inmediatamente comienzan a llegar miembros de la seguridad con la intención de controlar nuestros movimientos y de hacernos saber que estamos vigilados. Después de hacer las correspondientes llamadas telefónicas, decidimos dar un largo paseo por las calles de El Aaiún y comprobamos que en ningún momento dejamos de estar controlados.


Pasamos la noche en el hotel y en la mañana siguiente salimos a pasear mientras esperábamos poder contactar con los activistas saharauis defensores de derechos humanos que nos indicarían dónde y cómo tendría lugar el encuentro.


Como si fuéramos turistas, visitamos los lugares y edificios más emblemáticos, visitamos diferentes barrios de la ciudad; fuimos caminando, tomamos varios taxis, pero no logramos escapar del continuo control. En cualquier lugar que nos deteníamos, una plaza, una cafetería, una tienda, ahí aparecía alguien para vigilarnos.


Las calles de El Aaiún, los comercios, los edificios oficiales… todo refleja la férrea ocupación. Hay banderas marroquíes y fotos del rey de Marruecos por todos lados. La presencia militar, policial, uniformada o de paisano, es patente en cualquier rincón de la ciudad.


Decidimos ir al puerto de El Aaiún. Para ello tuvimos que tomar dos taxis (en cada uno no caben más de tres personas) y dirigirnos a la central de taxis para tomar uno de los autorizados a salir de la ciudad. En el trayecto reconocimos la música que sonaba en el radiocassette; eran canciones patrióticas de Nayim Alal, famoso cantante saharaui residente en los Campamentos de Refugiados Saharauis de Tinduf. Lógicamente, no hicimos ningún comentario pues ya habíamos comprobado que muchos taxistas están al servicio del departamento de seguridad marroquí y podría tratarse de una trampa para que nos delatáramos. Pasamos el control policial que hay a la salida de todas las ciudades saharauis ocupadas por Marruecos y llegamos a las proximidades del puerto. Nos dirigimos al restaurante Josefina a la espera de recibir la llamada de nuestro contacto, H´mad Hammad, al que ya conocíamos por haber participado en unas jornadas organizadas por Um Draiga en Zaragoza y que fue recibido en las Cortes de Aragón por la Ponencia Paz para el Pueblo Saharaui. Detrás nuestro llegó un coche con un conductor de paisano y alguien que, por su vestimenta, parecía un alto cargo de la policía; pesamos que era de la seguridad portuaria. Más tarde entró al restaurante y estuvo comiendo con varios acompañantes en una mesa próxima a la nuestra.


Por fin recibimos la esperada llamada y quedamos en vernos a 50 ó 70 kilómetros de El Aaiún, en dirección a Smara. Nos han comunicado que la población civil saharaui no puede recibir a extranjeros en sus domicilios particulares, que los ciudadanos saharauis no pueden decidir quién entra en su propia casa. Tal y como denuncia Human Rights Watch: "Se trata de una restricción inaceptable del derecho a la libertad de asociación y el derecho a la intimidad” y todo bajo la excusa de que es necesario solicitar un permiso previo a las autoridades de ocupación marroquíes. Otra medida regresiva para los derechos humanos de los saharauis y de los visitantes de la región.


No tuvimos tiempo de visitar el puerto que, por otro lado, está vallado y no es visible desde el exterior; salvo la cinta transportadora que lleva los fosfatos procedentes de Fos Bucraa.


Llamamos un taxi para regresar a El Aaiún, donde alquilaríamos un coche para acudir a nuestra cita en mitad del desierto.


Una vez pasado el control policial le dijimos al taxista que nos llevara al hotel Jodesa y, extrañado, nos preguntó si no íbamos al hotel Nagjir; el propio taxista ya sabía dónde nos alojábamos sin que se lo hubiéramos dicho.


Fuimos a una agencia de alquiler de vehículos. Entregamos el pasaporte y licencia de conducir, rellenaron numerosos impresos, enviaron varios fax y, mientras esperábamos en la calle a que nos dieran el coche llegaron varias personas preguntándonos si éramos nosotros los que queríamos alquilar un vehículo. Así pasó una hora y media. Finalmente nos trajeron un coche de otra empresa; de nuevo rellenaron los impresos correspondientes y pudimos salir rumbo a nuestro destino.


Pasamos el control policial de salida de El Aaiún dirección a Smara. Los agentes nos preguntaron nuestro destino, a lo que respondimos que íbamos a visitar un oasis cercano. Todo fue, sorprendentemente, mucho más ágil de lo habitual. En el trayecto hicimos varias paradas para dejar pasar tres vehículos que sospechábamos nos iban siguiendo. Entonces recibimos una nueva llamada de H´mad; tras comprobar que nadie nos seguía nos detuvimos en la cuneta y esperamos que su coche saliera a nuestro encuentro. Lo seguimos y abandonamos la carretera para adentrarnos en el desierto, donde nos detuvimos entre unas acacias. Del coche bajaron el propio H´mad Hammad (Vicepresidente del Comité Saharaui de Defensa del Derecho de Autodeterminación), Sidi Mohamed Dadach (Presidente del Comité por la Autodeterminación del Sahara Occidental, que estuvo preso más de 20 años en cárceles marroquíes) y Ahmed Sbai (miembro de la Liga de Protección de Presos Políticos). Tras los primeros saludos, cargados de emoción por el encuentro, nos transmitieron su agradecimiento por nuestra visita y se interesaron por el estado de salud de Aminetu Haidar, que estaba en huelga de hambre desde el 16 de noviembre en el aeropuerto de Lanzarote, porque España no la dejaba regresar a EL Aaiún tras haber sido expulsada por Marruecos del Sahara Occidental. Tras una breve exposición de la situación de los derechos humanos de la población civil saharaui en los Territorios Ocupados y del aumento de la represión y el hostigamiento hacia la población saharaui, decidimos adentrarnos un poco más en el desierto para evitar ser vistos desde la carretera.


Cuando aún no habíamos bajado del coche, vimos que otro vehículo se detenía en la carretera. Alertamos a H´mad y rápidamente nos confirmó que nos habían detectado. Nos dijo que permaneciéramos en el coche y vimos cómo el vehículo de la carretera se acercaba hacia nosotros. Comprobamos que era uno de los coches que antes nos había seguido. El conductor, de paisano, llamó a H´mad y, sin identificarse ni bajarse del coche, le dijo que teníamos que irnos. Así nos lo hizo saber; nosotros temíamos dejarlos solos en mitad del desierto por lo que les pudiera pasar, pero nos dijo que no teníamos alternativa. Nos pidió que, en cuanto pudiéramos, avisáramos a la prensa internacional y a nuestros contactos en España; que contáramos lo sucedido e hiciéramos públicos sus nombres porque nadie podía saber lo que les sucedería.


Salimos escoltados a la carretera y volvimos dirección a El Aaiún. A mitad de trayecto apareció un vehículo policial y nos dio el alto. De ahí bajó el policía que habíamos encontrado en el puerto. Nos pidió los pasaportes, la licencia de conducir, nos dijo que bajáramos del coche y que abriéramos el maletero; esto último nos asustó pues era un vehículo alquilado y no sabíamos cuál era el contenido del mismo. Es cierto que sus modales fueron correctos pero no es menos cierto que de noche y en mitad del desierto no necesitaban hacer mucho para intimidarnos. Nos preguntaron qué hacíamos ahí, a dónde íbamos, de qué conocíamos a las personas con las que nos habían encontrado… Nosotros les respondimos que eran amigos nuestros, que los habíamos conocido en España y que habíamos quedado con ellos para tomar un té en el desierto. Entonces nos dijeron, ya algo más exaltados, que estábamos en zona militar, que era peligroso para nosotros andar por ahí y que esas personas eran alborotadores, que nosotros éramos buena gente pero que no nos convenían esas compañías y que la próxima vez que visitáramos Marruecos que nos portáramos bien. Nos devolvieron la documentación y nos dijeron que nos fuéramos al hotel.


Ya de camino comenzamos a hacer llamadas para ir informando de lo sucedido y para alertar sobre lo que pudiera pasarles a los compañeros saharauis que habían quedado en el desierto. Una vez en la habitación del hotel seguimos atendiendo a los diferentes medios de comunicación que llamaban para informarse.


Después de varias horas, y a pesar del mayor control al que sabíamos que nos expondríamos, si es que se nos permitía abandonar el hotel, decidimos salir a la calle. Comprobamos la sospecha, el hostigamiento era cada vez más visible. Ya conocíamos a quienes nos seguían y su presencia era cada vez más patente; todo ello agravado por nuestra preocupación por la situación de los compañeros que nos habíamos visto obligados a abandonar y cuyas vidas dependían de la voluntad de las fuerzas represoras y de sus violentas tácticas tristemente conocidas por todos.


Ya de regreso en el hotel, tal y como habíamos acordado previamente con ellos, les llamamos a las 2:30 de la madrugada, hora marcada como límite para tener noticias suyas o para denunciar su desaparición. Conseguimos contactarlos y nos confirmaron que habían conseguido regresar a sus casas, junto con otro grupo que iba a sumarse al encuentro y que llegaron cuando nosotros ya nos habíamos marchado. Entre ellos se encontraba Galia Djimi, Vicepresidenta de la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de los Derechos Humanos.


En la mañana hablamos con Galia y nos insistió en que quería recibirnos en su casa y brindarnos el té que no habíamos podido tomar el día anterior. Una vez más, nos impactó su valentía y agradecimos su invitación pero sabíamos que el férreo control al que estábamos sometidos y el cerco policial impuesto a las casas de los activistas saharauis lo hacían del todo imposible. Lo único que conseguiríamos sería provocar una mayor represión sobre ella y su familia; algo a lo que no queríamos exponerlos.


Habíamos constatado que la libertad de expresión, de movimiento, de reunión, están totalmente anulados. Así pues, decidimos adelantar nuestro regreso a Las Palmas y de ahí volar a Lanzarote para visitar a Aminetu Haidar.


Una vez hechas las gestiones correspondientes con la agencia de viajes, fuimos a comer al Parador Nacional, donde pensábamos que tendríamos menos presión policial. Cuando salíamos del restaurante, nos sorprendió que el policía de la puerta paró un taxi (de esos donde no caben más de tres personas) y, haciendo uso de su autoridad, le dijo al taxista que nos llevara a los cuatro al aeropuerto y que no nos cobrara.


Tras un pequeño susto en el aeropuerto, cuando nos dijeron que no figurábamos en la lista de pasajeros, todo se aclaró y nos entregaron las tarjetas de embarque. Desde la sala de espera comenzamos a ver caras conocidas; varios de los agentes que nos habían seguido desde nuestra llegada a El Aaiún aparecían de nuevo por ahí.


Finalmente llegamos a Gran Canaria, y de ahí volamos a Lanzarote.


En el aeropuerto de Lanzarote, además de la RASD-TV (televisión de la República Árabe Saharaui Democrática), había una gran presencia de medios de comunicación que seguían la huelga de hambre de Aminetu Haidar y que se interesaron por nuestro viaje.


Después de atender a los medios de comunicación, tuvimos la oportunidad de saludar a Aminetu. Ella estaba acostada en el suelo, sobre una manta, como lo había hecho desde el día 14. Ya era tarde y tras diez días de huelga de hambre su situación física se veía debilitada. Sin embargo, apartó la manta que la cobijaba y compartió unos minutos con nosotros antes de que fuera desalojada de la terminal como cada noche. De ahí nos desplazamos a los habitáculos cedidos en un edificio exterior, que se corresponden con las oficinas de la estación de autobuses, para que tanto Aminetu como los miembros de la Plataforma de Solidaridad con Aminetu pudieran pasar la noche. Allí pudimos intercambiar opiniones con los miembros de la Plataforma y tuvimos un nuevo encuentro con Aminetu. Le hicimos llegar los mensajes de sus compañeros saharauis en El Aaiún, le contamos nuestra experiencia y le transmitimos nuestra admiración, apoyo y solidaridad. Pudimos, también, comprobar su entereza, su dignidad, su fortaleza moral y su firmeza en la defensa de los Derechos Humanos, por la que está dispuesta darlo todo.


Pasamos allí la noche y al día siguiente regresamos rumbo a Zaragoza, donde nos esperaba una nueva labor: contar nuestra vivencia, denunciar la constante violación de los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados del Sahara Occidental y seguir luchando por el respeto de las legítimas demandas del Pueblo Saharaui.

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